Escuchar a la ciudadanía en la planeación de ciudades

La generalidad de las ciudades en la actualidad es que están pagando graves facturas
sociales y ambientales derivadas de una pobre planeación estratégica o de un modelo
urbano que ha descuidado la calidad de vida por priorizar una idea de progreso y
desarrollo poco aterrizada, además de por no establecer objetivos a mediano y largo
plazo. Ante este panorama, la planeación urbana deberá ir enfocada a la ciudadanía,
buscando que pueda habitar su espacio con libertad y responsabilidad social, así como
disfrutar de un patrimonio cuidado. También debe buscar eficiencia en la movilidad, que
optimice el tiempo; sujetarse a las propuestas del Plan de Desarrollo Sostenible 2030 y
respetar al medio ambiente; garantizar la vivienda digna e involucrar, en general, a la
ciudadanía en la toma de decisiones.

Mientras que los especialistas proponen y los gobiernos disponen, los ciudadanos apenas
comen. Y es que en materia de planeación urbana se ha apostado por el crecimiento y la
industria de la construcción a diestra y siniestra sin contemplar necesidades sociales de la
población y con un enfoque sectorial que sólo acentúa la desigualdad y desarticula la
ciudad. Así pues, la planeación urbana, aunque es una tarea gubernamental que a veces
se ha convertido en un tema político, impacta en la cotidianidad de la ciudadanía: lluvias
que provocan inundaciones y de las que se capta poca agua, intensos periodos de sequía
donde vienen los picos de consumo energético, accidentes de tráfico, caos en transporte
público, los altos precios en las viviendas, que a su vez cada vez se alejan más, el
desabasto de servicios que lo anterior provoca, y un largo etcétera.

Julio Alguacil señala que «considerar la calidad de vida como un componente articulador
de la complejidad nos permite acceder a la idea de la calidad de vida como un proceso que
integra al sujeto». Así pues, hablar de mejorar la calidad de vida no es tanto una meta sino
un proceso que debemos llevar a cabo en conjunto, como ciudadanía integrada y que
conforma un conjunto social. Pretender mejorar la calidad de vida sin considerar a la
ciudadanía es meramente discurso, pues lo que se entiende como calidad de vida varía de
acuerdo al contexto, evoluciona de acuerdo a las necesidades social de cada momento y
espacio determinado.

El consultar o hacer parte a la ciudadanía en la toma de decisiones no necesariamente
debe ser oneroso, pero debe ser un compromiso real por parte de las instituciones,
quienes están en la obligación de generar modelos de participación ciudadana accesibles y
efectivos, además de conocer los espacios y las necesidades ciudadanas de los lugares en
que pretenden incidir.


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Photo by Vlad B on Unsplash

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