¿Por qué defender la burocracia?

Uno de los elementos de gobernanza que tiene menos aceptación es la burocracia. La
opinión general la ubica como una pérdida de recursos públicos y una limitante para
acceder a servicios; sin embargo, planteada desde la perspectiva de Weber, la
coordinación burocrática de las actividades es la marca distintiva de la era moderna.

Siendo la burocracia para él un «sistema formal de organización basada en niveles
jerárquicos, y funciones claramente definidas con el fin de mantener la eficiencia y
eficacia», en realidad la burocracia debe ser un facilitador para acceder a los resultados
esperados y no una limitante.

En la Universidad Iberoamericana Tijuana, sabemos que nuestro alumnado de la Maestría
en Gestión en Políticas Públicas se encontrará con estos prejuicios negativos, sin embargo,
creemos que vale la pena reflexionar respecto a que la burocracia se rige bajo ciertos
principios, partiendo de la organización con base en leyes o reglamentos; además de una
jerarquía de cargos y niveles de autoridad, donde hay un sistema vertical en que existe
una supervisión constante, lo que permite a la ciudadanía acudir con una autoridad
superior en caso de tener inconformidades con los resultados obtenidos.

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Otro principio es el de la división del trabajo, gracias al cual cada miembro tiene una
función específica y así se evita la repetición de tareas y los conflictos dentro del grupo,
esto supone también una formación hacia la especialización en nuestras áreas de
responsabilidad. Esta división formal se liga con un principio de impersonalidad, en donde
los procesos y acciones están tan bien establecidos dentro del sistema que los podrá
ejecutar quien ocupe el puesto, sin involucrar criterios personales. Por esto es importante
que quienes sean empleados en estos esquemas cuenten con las competencias necesarias
para cada puesto.

Es decir, la burocracia (en su deber ser) procura la homogeneización de los
procedimientos para gestionar los medios y administrarlos con base en un criterio
determinado y no a intereses personales. El problema que enfrentamos con la burocracia
no tiene que ver, pues, con sus bases, sino con una implementación que ignora sus
principios. Basta con reconocer el nepotismo o amiguismo que ocurre en algunas
instituciones para identificar que no hay un principio de meritocracia en la contratación.

También es cierto que algunos rasgos del planteamiento inicial de la burocracia se deben
replantear en consideración de las circunstancias actuales, como aprender a trabajar
desde esquemas un poco más horizontales o fomentar no sólo la reproducción infinita de
procedimientos estándar, sino el sentido común para reconocer cuando se deben hacer
excepciones. Sin embargo, cuando la respuesta a una propuesta problemática está en
perfeccionarla, debemos evitar el impulso visceral de desaparecerla.

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