Qué es el techo de cristal y por qué combatirlo
Cuando hablamos de techo de cristal nos referimos a los obstáculos (invisibles en apariencia) que impiden que una mujer alcance puestos de alta dirección en las organizaciones. Muchas veces estos obstáculos se refieren a un conjunto de normas no escritas al interior de las organizaciones de todo tipo, que en combinación con las dobles o triples cargas de trabajo que socialmente son asignadas a las mujeres (por una división sexual del trabajo y los cuidados), reducen considerablemente las posibilidades de ascenso del personal femenino. Como las diferencias que se remarcan tienden a verse con naturalidad, pareciera que todas las personas tienen las mismas oportunidades de llegar a puestos de alta jerarquía y el «tope» en la vida profesional de las mujeres es invisible para muchos, lo que no quiere decir que no exista. Esta poderosa metáfora da cuenta de tristes realidades sobre las barreras que aún enfrentan las mujeres en el espacio público (y que por supuesto incide negativamente en sus oportunidades de autonomía en lo privado).
En 2018, María Elena Camarena Adame y María Luisa Saavedra García, de la UNAM, encontraron que «en promedio, las mujeres que conforman el consejo de administración en las empresas que cotizan en la BMV, sólo alcanzan el 4.56 %, asimismo, de las 500 mejores empresas para trabajar en México, sólo el 3% se encuentran dirigidas por mujeres, y de las 50 mujeres más poderosas de México, sólo el 14 % trabajan como ejecutivas en una empresa».
En sus Principios para el empoderamiento de las mujeres en las empresas, la ONU Mujeres (2016) indica que la igualdad de género es un buen negocio para las empresas, pues «se estima que la productividad en América Latina y el Caribe podría aumentar un 25 % si se desbloquearan los obstáculos que impiden el potencial femenino al servicio del emprendimiento», asimismo, indican que el aprovechamiento del talento femenino y su sintonía con un mercado de consumo (al ser ellas las tomadoras de decisiones en esta área) mejoraría la gestión empresarial, como sucede en Asia, Europa y los Estados Unidos, donde un estudio de McKinsey reveló que «las compañías en las que por lo menos el 30 % de los puestos superiores estaban ocupados por mujeres, tenían un sólido desempeño y obtenía resultados considerablemente mejores en las medidas de eficacia y eficiencia organizacional que las que no tenían una masa crítica de mujeres de al menos un 30 %».
También se ha mostrado que las empresas con mayor presencia de mujeres tienden a desarrollar mejores esquemas de responsabilidad social corporativa y una mayor diversidad de trabajo filantrópico. Por su parte, un estudio elaborado por Catalyst en 20117 observó que las empresas con más mujeres en la junta de dirección eran 16 % más rentables que las demás. Las empresas con un número superior de mujeres que de hombres en sus equipos directivos obtenían una rentabilidad sobre el capital invertido de un 26 % superior comparado con las demás. Las empresas con una alta representación femenina –tres o más mujeres en sus juntas directivas, en un periodo de cuatro
a cinco años, registraron tasas de rentabilidad sobre las ventas 84 % superiores; 60 % superiores de rentabilidad sobre el capital invertido; y una rentabilidad sobre sus fondos propios de un 46 % superior.
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