¿Nuevos liderazgos o sólo nuevos rostros?
En la defensa por la diversidad en los espacios de poder, de decisión o de influencia, se ha pugnado por establecer cuotas, ya sean de género, raza, edad o cualquier otra condición en la que se detecte que la empresa o institución se esté quedando corta en sus procesos de selección.
Estas cuotas de diversidad, si bien no son bien recibidas por todas las personas, han permitido que se consideren talentos para puestos que antes resultaban simplemente inaccesibles por las diversas circunstancias que crean un «techo de cristal». Sin embargo, como suele suceder en las acciones con buena voluntad que retan al statu quo, no tardamos en convertir esta medida en oropel y en algunos casos los perfiles diversos se convierten en meros adornos que reproducen las mismas ideas o prácticas de siempre.
Y es que no son necesariamente malas, sin embargo, si se pretende evolucionar y revolucionar nuestras estrategias y obtener nuevos resultados, debemos abrir paso a nuevas aportaciones; de lo contrario, la diversidad es meramente estética. En la política lo hemos visto seguido, donde se instrumentalizan personas que funcionan como pantallas de un supuesto pensamiento progresista o moderno pero no se alejan en sus acciones y propuestas de lo ya conocido y probado como ineficiente.
En las empresas sucede lo mismo, si decidimos dar oportunidad a nuevos perfiles que abonen a la creatividad, debemos estar dispuestos a aceptar los cambios que ello implica. Pretender que una o dos personas, simplemente por el hecho de estar en un puesto dentro de la organización (por muy importante que éste sea) sean capaces de generar cambios profundos sin la colaboración de todos, es condenarle al fracaso.
Ahora bien, también es cierto que en un intento por cumplir con los estándares que se esperan de los puestos de alto mando, algunas personas pueden caer en la dinámica conocida y adoptar una conducta convencional, por eso es importante recordar qué es lo que se espera de esos liderazgos, pues si no evolucionamos hacia mayores perspectivas, hacia líderes que sepan motivar, tratar con dignidad y empatía a la par de con firmeza y determinación y ayuden a crear mejores relaciones en el ambiente de trabajo, seguiremos atorados en los «viejos modos». Y, en un mundo que avanza tan rápido, no pasará mucho tiempo antes de que toda nuestra organización se convierta en anticuada.
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