Donar una nueva oportunidad
El seis de junio se conmemora el Día Mundial de los Pacientes Trasplantados, y esta es una oportunidad importante para identificar qué se puede hacer desde la política pública para aumentar las cifras de donación en México, que hasta donde se tenía registro, estaban por debajo de los índices internacionales.
Las causas para explicar las bajas tasas de donación en nuestro país se pueden encontrar en diversos lugares (hablando de política pública lo inusual es que un problema no sea multifactorial): los tabúes y creencias religiosas a través de las cuales se interpreta que no es correcto donar o trasplantar órganos y tejidos, en un entendido de que el cuerpo es un templo que no debe mancillarse más que por obra de la naturaleza; los temores de una donación en vida sobre los peligros de la operación y las consecuencias a la salud que pueda acarrear; las trabas institucionales o de organización; la falta de consentimiento de familiares; las carencias en hospitales en términos de infraestructura, responsabilidad social, requisitos legales y sanitarios, formación y capacitación del personal suficiente, etc.
Lo anterior tiene que ver con dos variantes: atender la parte social, la de los prejuicios, es necesaria para lidiar con la apatía o miedo de las personas, así que se debe atacar la ignorancia en general con información verificada y con un alto grado de sensibilidad respecto a los miedos y las ideas de las personas, a la par de organizar más y mejores campañas de sensibilización y promoción de la donación. Por otra parte, la designación de presupuestos catalogados para eliminar o al menos reducir las limitantes presupuestales de los hospitales (que se traducen en limitantes técnicas y de personal) es fundamental para ampliar la confianza en las instituciones y el proceso de donación ya sea en vida o cadavérica.
Así como la ciudadanía tiene prejuicios, el Estado parece tener una idea preconcebida de que invertir en lo necesario para aumentar el número de trasplantes de órganos es oneroso, sin embargo, incluso en términos de desahogo de recursos (financieros y humanos) en salud pública, aumentar la cantidad de trasplantes es mucho mejor que atender a personas con enfermedades crónicas que requieren atenciones constantes.
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