Gentrificar o no gentrificar, ese es el dilema
A raíz del trabajo remoto que ha tomado popularidad con la pandemia por Covid-19, las situaciones migratorias nos han mostrado matices que, si bien siempre han estado, hemos observado con mayor énfasis. Gracias al trabajo remoto, muchas personas están abandonando sus poblaciones de origen o de labores para mudarse a poblaciones más tranquilas o más baratas. Esta decisión, si bien es personal, termina determinando las condiciones de las poblaciones a donde nos mudamos, pues puede llevar a una tendencia de gentrificación.
Oxford define a la gentrificación como el «proceso de rehabilitación urbanística y social de una zona urbana deprimida o deteriorada, que provoca un desplazamiento paulatino de los vecinos empobrecidos del barrio por otros de un nivel social y económico más alto». La migración de personas con mayor nivel socioeconómico a lugares que tienden a ser más baratos encarece las rentas y las hace impagables para los locales o quienes han vivido históricamente en esas localidades.
Los procesos de gentrificación suelen tener buenas intenciones por parte de varias personas que llegan a funcionar como agentes gentrificadores: ayudar a la población, embellecer la colonia, llevar expresiones artísticas y culturales, fomentar la inversión y un largo etcétera, pero, como dicta la frase, «el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones», en tanto que mientras no se consideren los impactos negativos que todas estas acciones pueden tener para la comunidad que ya habita el área, no estamos sino invadiendo espacios y acentuando aún más los cinturones de pobreza en las ciudades.
Ahora bien, las personas que deciden mudarse no deberían cargar con el peso moral de encarecer las rentas para el resto de la población, pero sí es importante identificar que sucede, especialmente cuando se trata de extranjeros blancos (por cuestión geográfica la mayoría de esta población son estadounidenses) para quienes las rentas, por más estratosféricas que sean, les resultan baratas gracias al cambio de divisa.
Este tipo de condiciones deben ser vistas, evaluadas y resueltas desde la política pública con reformas inmobiliarias que aseguren que los requisitos impuestos sean lógicos y justificados, así como que establezca ciertos topes de renta en cada colonia y localidad. Mientras no se establezcan estrategias desde lo público para lidiar con este tipo de situaciones, las fricciones personales y los conflictos privados seguirán ganando terreno.
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Referencias:
