Hikikomori: el síndrome de aislamiento

En cada época de la humanidad se han manifestado enfermedades que han mermado o afectado significativamente a las masas. Mientras hay enfermedades biológicas que se originan por cambios climáticos, la industria alimenticia, la influencia farmacéutica, las guerras, la mutación genética y la exposición a materiales y químicos de riesgo, por mencionar algunas) otras llegan a su fin gracias al avance en la medicina, el desarrollo de vacunas, la creación de nuevos hábitos, las opciones de estilo de vida y la facilidad de higiene y cuidados a la salud. Este tipo de enfermedades mencionadas se refieren a padecimientos de índole biológico, ahondando en la salud física y los hábitos de cuidado personal, así como el acceso a las vacunas o los medicamentos.

No obstante, en este siglo, se han desarrollado otras condiciones y enfermedades más abstractas que no pueden ser tratadas directamente con una sola fórmula de medicamentos, tratamientos o vacunas, ya que depende directamente de cada paciente. Nos referimos a las silenciosas enfermedades mentales, ya que aún existe una nube de desinformación o falta de esta respecto a los síntomas que pueden confundirse con otros conceptos. Por ejemplo, una persona sensible se puede etiquetar como una persona débil, una persona deprimida puede catalogarse como triste o amargada, una ansiosa como una nerviosa y una bipolar como una inestable.

En la última década los padecimientos mentales se han manifestado significativamente, no solo en un individuo como tal, sino en un porcentaje relevante en las masas. Las enfermedades más comunes según la CDC (Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades)[1] son ansiedad, depresión, trastorno de conducta, TDAH, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés postraumático y tics (síndrome de Gilles de la Tourette).

Estas enfermedades afectan la concentración, la cognición, la habilidad para concentrarse y aprender, la retención y las relaciones sociales, debido a que significan un esfuerzo mental mayor que el de una persona que mantiene sus neurotransmisores en parámetros normales. La mayoría de los casos las enfermedades son inherentes al individuo, otras veces puedes ser consecuencia de agentes externos o potencializado por estos.

En este artículo ahondaremos en un síndrome llamado Hikikomori o síndrome de aislamiento social, del cual aún no se tiene tanta información como las enfermedades antes mencionadas, pero que desde el 2015 ha adquirido gran importancia. Si bien no se trata de una enfermedad, si no de un síndrome, la cantidad de personas que la padecen va en aumento, principalmente adolescentes y jóvenes adultos. La diferencia entre enfermedad y síndrome recae en que un síndrome es un conjunto de signos y síntomas que caracterizan una alteración del estado de salud, mientras que de una enfermedad se sabe la causa específica.

¿Qué es el Hikikomori?

El psiquiatra japonés Tamaki Saito publicó un libro en 1998 con el término Hikikomori en su título “Sakateki hikikomori, una adolescencia sin fin”, introduciendo por primera vez dicho término al público.[2] Este comportamiento también puede considerarse un trastorno, pues no necesariamente es consecuencia de una amalgama de síntomas o derivado de una enfermedad, pero aún es el resultado de un cúmulo de síntomas y comportamientos que afecta la salud de la persona.

Ahora bien, también es importante diferenciar este síndrome de la agorafobia, la cual es un trastorno de ansiedad donde la persona puede sentirse vulnerable o atrapada al estar inmersa en grandes multitudes, en sitios transitados, puentes o incluso en completa soledad. En resumen, la persona se siente impotente al estar en lugares donde es difícil escapar o donde no se podría disponer de ayuda.

Este síndrome se identificó por primera vez en Japón, pero se ha expandido a Corea del Sur y a España debido a la alta expectativa que se tiene de los jóvenes respecto a sus estudios, trabajo, estilo de vida y otras características que exigen estatus y “éxito”. Se manifiesta principalmente en adolescentes que se refugian en sus habitaciones y viven con sus padres y se refugian en el mundo virtual. Las personas que viven en este aislamiento empeoran su situación conforme transcurren los días en encierro pues, aunado al asilamiento físico, se suma un sufrimiento y aislamiento psicológico.

En Japón se reportó en una encuesta de la Oficina del Gabinete alrededor de 541,000 hikikomori de edades comprendidas entre los 15 y los 39 años y 613,000 entre los 40 y 64 años. Es decir, en el año 2015 se estimó que podía haber un millón de personas viviendo en aislamiento. Para esta encuesta se consideró a una persona Hikikomori si tenía más de seis meses en aislamiento con salida ocasionales por necesidad o alguna convivencia local. La diferencia entre la proporción de hombres y mujeres es abrumadoramente alta, con un 76,6 % de hombres. Más de la mitad de los hikikomori respondieron que lo habían sido durante más de 5 años, entre los que el 6,4 % dijo que lo había sido durante 30 años o más y el 12,7 % durante 20-29 años.[3] Una de las razones principales por las que se tiende al asilamiento es la pérdida o dificultad para conseguir trabajo. Otras razones es la dificultad para establecer relaciones personales, sobre exigencia familiar, acoso o por alguna enfermedad.

Estudios del 2018 han detectado un número creciente de casos en otros lugares del mundo como Omán, India, Italia, Estados Unidos, Corea del Sur y España. De hecho, en 2014, los médicos del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar en Barcelona elaboraron el primer estudio europeo sobre las características clínicas y sociodemográficas del síndrome de hikikomori, detectando 164 casos solo en España.[4]

¿Qué podemos hacer para prevenir este síndrome?

La comunicación es el arma más poderosa para evitar este tipo de asilamiento pues permite a quien padece alguna situación que pueda desembocar en un aislamiento social. En Japón, por ejemplo, la comunicación familiar aun no es muy fuerte por lo que cuando un hijo cae en este claustro muchos padres tratan de ocultar la situación, sintiendo vergüenza de no tener un hijo productivo. Sin embargo, actualmente existen asociaciones de ex hikikomoris que ayudan a gente en esta situación para que se reinsercionen a la sociedad, ya que volver a la sociedad puede ser un reto tal como dejar de ser alcohólico.

La comunicación con grupos sociales que compartan gustos similares, ayuda psicológica y psiquiátrica a tiempo, actividades para reforzar el autoestima y el fortalecimiento familiar son acciones clave que pueden prevenir este tipo de aislamiento o incluso a prevenir un suicidio dentro fuera del hikikomori.

¿Habías escuchado antes de este síndrome? ¿Conoces a alguien que padezca este trastorno? ¿Qué otras acciones podemos implementar para evitar que una persona padezca Hikikomori? Si deseas aprender más sobre este tipo de cuestiones sociales, acércate a nuestra Maestría de Gestión y Políticas Públicas de la Universidad Iberoamericana.


[1] https://www.cdc.gov/childrensmentalhealth/spanish/conditions.html

[2] https://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v38n133/0211-5735-raen-38-133-0115.pdf

[3] https://www.nippon.com/es/japan-data/h00463/

[4] https://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v38n133/0211-5735-raen-38-133-0115.pdf

Foto de Sasha Freemind en Unsplash

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