La trazabilidad frente a la globalización comercial

Los tiempos que vivimos son bastante contradictorios. Por ejemplo, mientras que por una parte se privilegia lo artesanal, lo único, lo sostenible, por otra nuestros hábitos de consumo nos hacen adquirir productos y servicios en masa porque de alguna manera estamos convencidos de la necesidad absoluta que tenemos de ellos. Definitivamente, acercar a las personas a la facilidad de adquirir fue un logro de la mercadotecnia, pero también es cierto que ha cambiado nuestros mercados y hasta podríamos decir que nuestra cosmovisión.

El debate en torno a lo anterior no se ha hecho esperar, pues mientras que para algunos hemos llegado a un punto cumbre de la humanidad, al no conocer imposibles, otros ven una conducta individualista que descuida los costos que conlleva. La revisión a la moda rápida es un gran ejemplo de esto. Luego del auge que tuvieron plataformas de e-commerce como Shein para distribuir todo tipo de prendas a cualquier parte del mundo por precios muy bajos, se retomó el debate sobre lo injusto que resulta adquirir estas mercancías únicamente porque creemos que es barato. Pues bien, las condiciones en que las empleadas de estas tiendas trabajan es el costo a pagar, por ejemplo, además de la contaminación que implica el estar produciendo ropa en masa que no durará.

Lo mismo pasa con las obsolescencias programadas de nuestros dispositivos o electrodomésticos. Atrás quedaron los tiempos en que podíamos confiar en la durabilidad. A la par, nos hemos hecho conscientes de qué hay alguien atrás de nuestros bienes, y que esa persona, probablemente, esté en condiciones precarizadas. La trazabilidad sería nuestra aliada en el manejo de esa consideración, pues es la herramienta que nos ayuda a determinar el trayecto que ha recorrido un producto antes de llegar a nuestras manos. Si compramos un café, tendríamos que poder establecer quién lo sembró y cosechó, quién lo tostó, quién lo molió y quién lo sirvió, además de dónde y bajo qué circunstancias. ¿Conocemos esos datos cada vez que adquirimos un café en una franquicia nacional o multinacional? Y, si los conocemos, ¿estamos seguros de ellos? No sería la primera vez que una publicidad engañosa nos juega mal.

Esta serie de preocupaciones llegan y perturban cada vez más al consumidor, quien desea saber, no sólo por una razón  ético o humanística de dónde provienen sus productos, sino también por una razón de bienestar individual: en medida en que yo pueda asegurar el origen de mis consumibles puedo confiar en su calidad. El mercado, sobre todo quien quiera expandirse, debe considerar que, dentro de su logística, tendrá que hacer parte a todos los colaboradores y presentarlos con el cliente final si quiere mantener su fidelidad y confianza.

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Photo by Artem Beliaikin on Unsplash

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