No sólo educa el docente

La educación formal depende de todo un sistema que genera (o no) las condiciones necesarias para garantizar su calidad.

La labor docente llega a ser una de las más valoradas en el discurso y más vilipendiadas en la práctica. La misma idea de que es al profesorado a quien se le debe la formación que recibimos juega a favor y en contra. Por un lado, es evidente que hay que agradecer a quien está dentro del aula lidiando con los retos que esto representa: mantener la atención, implementar estrategias adecuadas al contexto para facilitar el aprendizaje, identificar las necesidades particulares de cada grupo y alumno en específico, ser claro y paciente, etc. Sin embargo, esta vocación no tendría por qué convertirse en una cruz de sacrificio a cargar.

Y es que, bajo este mismo reconocimiento de la vocación, hemos convertido a la labor docente en una sumamente desgastante, derivado de una falta de reconocimiento (por tanto, de una cesión de responsabilidad) a todos los actores involucrados en la educación formal. Si bien son los maestros a quienes vemos en el aula, no son los únicos responsables de lo que sucede dentro de ella.

Hay un impacto directo de muchas condiciones sociales en el aprendizaje. La desigualdad es un claro ejemplo pues en tanto hay quienes pueden aprender en aulas equipadas, cerca de su casa, en condiciones salubres, habiendo comido y descansado bien, también hay docentes que deben hacer lo que puedan con lo poco que tienen: un espacio apenas digno para enseñar, falta de materiales, un alumnado desmotivado a falta de condiciones de vida que le den la posibilidad de enfocarse a sus estudios con exclusividad. Pedir los mismos resultados en contextos tan distintos es por demás injusto. Enfocándonos meramente en los aspectos educativos, los presupuestos designados a educación pública, las reformas y nuevos modelos educativos (y su implementación integral), la infraestructura (tanto en calidad como en cantidad) de centros de enseñanza y aprendizaje, la oferta educativa en general depende en gran medida de funcionarios que pueden o no estar relacionados con la educación.

Consultar directamente a la planta docente sobre aspectos que impactarán en su labor y tomar en cuenta sus posturas, es indispensable para brindarles más y mejores herramientas. Quizás lo más visible sea el trabajo en el aula, pero las políticas públicas alrededor de la educación pueden tener el mayor impacto, para bien y para mal.

Si te interesa entender sobre cómo incidir en el bienestar social desde este enfoque, te invitamos a ingresar a la Maestría en Gestión y Políticas Públicas que la Universidad Iberoamericana Tijuana tiene para ti.

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