Para mundo globalizado, empresas globales

En Latinoamérica comenzamos a pensar en realizar estudios o posgrados en disciplinas económico administrativas o maestrías en negocios a raíz de que la mayoría de las empresas son Pymes; los estudios varían respecto a porcentajes, pero la mayoría de ellos oscilan entre el 79 y el 90 %. Dentro de este espectro, es innegable que la economía se sostiene gracias a ellas, pues generan más de la mitad de los empleos y una cuarta parte del PIB en sus respectivas naciones, de acuerdo con el Banco de Desarrollo de América Latina.

El desarrollo de este tipo de empresas se relaciona con programas y campañas gubernamentales para incentivarlas ante la imposibilidad de crear más empleos o cubrir esta necesidad a través de inversión de empresas transnacionales o globales. En México quizás el recuerdo más vivo que tenemos al respecto es el del expresidente Vicente Fox Quezada cuando afirmó que “no hay proyecto que exija más esfuerzo, desvelos, trabajo y dedicación que crear y mantener un changarro”, por eso, en 2011 se creó el Programa Nacional de Financiamiento al Microempresario (Pronafim) de la Secretaría de Economía, cuyo objetivo era el de reducir el número de trabajos informales por medio del autoempleo a través de “apoyos no recuperables destinados a la difusión, promoción y operación de esquemas de microseguros y de capacitación al microempresario”. En México, de acuerdo a información del Inegi de 2016, estos micro y pequeños negocios son alrededor del 99.8 % del total de empresas en México y generan 72 % del empleo.

Lógicamente, entonces, podemos entender por qué la mayoría de las Pymes en esta región se configuran como negocios familiares. En muchos casos la empresa va creciendo pues comienza con mero empirismo por parte de sus fundadores y se va nutriendo de los

nuevos miembros familiares que, bajo este esquema, aumentan sus herramientas a través de maestrías en negocios y logran que el “changarro” del 2011 sea una pequeña o mediana empresa. Sin embargo, es aquí donde viene el siguiente reto a superar por Latinoamérica: pasar a lo global, vender sus productos y servicios al exterior. ¿Cómo saber si nuestra empresa está lista para ello? Recomendamos de inicio dos puntos a considerar:

  1. Conocer a nuestra competencia. Este punto, aplicable para modelos empresariales grandes o pequeños, debe ser nuestro punto de partida. Si en nuestra localidad tenemos ubicada a la competencia, no debemos caer en la soberbia de asumir que sucederá lo mismo en el extranjero, donde nuestra misma línea de negocio se maneje a otro ritmo y tengamos que tomar previsiones para sumarnos a ella sin perderles el paso.
  2. Considerar los costos. Entrar al mercado global es atractivo y seguramente retribuirá siempre y cuando tengamos estrategias bien delimitadas. Considerar las fluctuaciones en el tipo de cambio, el valor de tu producto o servicio en diferentes lugares, la inversión necesaria en infraestructura y capacitación de personal, así como la designación de un presupuesto de marketing es fundamental.

Un plan de negocios para expandirse toma muchas consideraciones, pero seguiremos abordándolas en próximas entradas.

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