Anarquismo, teoría política que se opone a todas las formas de gobierno
Los anarquistas creen que el mayor logro de la humanidad es la libertad de los individuos para expresarse, sin ningún tipo de obstáculo, represión o forma de control desde el exterior. Quienes sostienen esta teoría, consideran que el estado ideal del desarrollo social no se alcanzará hasta que toda forma de poder político sea abolido y cada individuo quede absolutamente libre de comportarse y actuar de acuerdo a su propia conciencia. Una limitación a esa libertad es la prohibición de dañar a otros seres humanos.
De esta limitación surge otra: si algún ser humano intenta dañar a otro, todos los individuos bien intencionados tienen derecho a organizarse contra éste, y los grupos más “ordenados” puede reprimir a la clase criminal, aunque sólo por cooperación voluntaria y no bajo ningún mandato u organización gubernamental.
El escritor francés del siglo XIX Pierre Joseph Proudhon es generalmente considerado como el padre del sistema del llamado anarquismo filosófico. Según Proudhon y sus seguidores, el anarquismo excluiría la autoridad de la sociedad, instaurando un individualismo extremo. Los anarquistas filosóficos, sin embargo, repudian los métodos violentos y esperan una evolución gradual de la sociedad hacia la organización anárquica. Aquellos anarquistas que rechazan las teorías de Proudhon sostienen que toda la tendencia del desarrollo humano es hacia el logro mediante la cooperación y que la cooperación social nunca puede ser totalmente voluntaria.
Otro enfoque de la teoría anarquista, se basa en la acción organizada e incluso en actos de terrorismo para lograr sus propósitos; esta surgió del movimiento socialista y apareció a fines del siglo XIX. En el congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores, o Primera Internacional, celebrado en Basilea, Suiza, en 1869. Los anarquistas, encabezados por el revolucionario ruso Mikhail Bakunin, fueron superados en votos por los socialistas; en 1872 los anarquistas fueron expulsados de la Internacional. Desde entonces, el socialismo y el anarquismo han divergido marcadamente, aunque ambos son básicamente anticapitalistas. Los anarquistas filosóficos continúan difiriendo de los socialistas en su énfasis en la libertad del control, especialmente del control estatal. Muchos anarquistas participaron en el movimiento sindical, generalmente como miembros de sindicatos con un programa sindicalista. Otros aceptaron la política terrorista y practicaron el magnicidio.
Aunque la mayoría de los anarquistas no han defendido el terrorismo, la opinión popular ha identificado injustamente todo anarquismo con violencia. Asesinatos como los de Humberto I, Rey de Italia; William McKinley, Presidente de Estados Unidos; Jorge I, Rey de Grecia; y el presidente de Francia, Marie François Sadi Carnot—todos cometidos por anarquistas—han dado apoyo a la opinión popular de la anarquía. Los anarquistas modernos incluyen al seguidor ruso de Bakunin, el príncipe Pyotr Alekseyevich Kropotkin, quien se autodenominaba comunista anarquista, y los estadounidenses Alexander Berkman y Emma Goldman. El anarquismo declinó constantemente como filosofía política y como movimiento organizado durante el segundo cuarto del siglo XX.
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