Arquitectura hostil contra la ciudadanía
Podemos identificar a la arquitectura o urbanismo hostil en intervenciones o construcciones que evitan comportamientos o la presencia de individuos pertenecientes a grupos sociales no deseados en los espacios, ya sean públicos o privados. Como afirma Selena Savic, estos diseños pueden ser bancas, rejas u otros que son usables, pero al mismo tiempo poco usables, en tanto que son desagradables o incómodos cuando se pretende utilizarlos.
Es trascendente abordar este tipo de arquitectura pues refleja detalles importantes de nuestra sociedad. Si bien con la información que tenemos actualmente y la perspectiva en derechos humanos que se ha tratado de posicionar en toda la población, —especialmente en las organizaciones e instancias públicas— podemos tener una guía para identificar que la segregación y la discriminación es injustificable, la tendencia ahora apunta a una discriminación mucho más velada, a través de estrategias sutiles y hasta cierto punto agentes silenciosos. Así pues, no es necesaria la prohibición directa de ciertas personas en determinados espacios, simplemente se hacen inhabitables, incómodos o desagradables para permanecer ahí.
Cuando hablamos de la modificación de conductas podemos pensar en la cantidad y altura de los descansabrazos que se encuentran en las salas de espera de algún aeropuerto, por ejemplo, donde se busca que los viajantes no duerman utilizando más de un asiento. Si pensamos en otros espacios, estas mismas técnicas se utilizan en parques y plazas públicas, con bancas curveadas y descansabrazos resbalosos, o en otros espacios, como la entrada a establecimientos o bajo los puentes, donde se llegan a colocar tubos y picos que impiden que las personas en situación de calle se queden a dormir.
El diseño y la implementación de cierto tipo de arquitectura y diseño invariablemente va a determinar los comportamientos de quienes habitan el espacio; sin embargo, estas consideraciones para disuadir a algunos habitantes de ocupar un determinado espacio resultan en agresiones innecesarias e infructíferas, pues realmente no se corrige el problema de la cantidad de personas en situación de calle, sino que únicamente se les hace alejarse de áreas específicas.
Resulta entendible la idea de que, para que nuestra población objetivo acceda a un lugar, busquemos desincentivar a otra población de asistir, sin embargo, cuando se trata de espacios a los que todas las personas deberíamos tener acceso, estamos cayendo en segregación y usamos al diseño como un agente que castiga la pobreza. Definitivamente debemos buscar otras formas de usar correctamente el espacio público y mejorar la experiencia de transitar la ciudad, pero sin caer en la exclusión. Si te interesan estos temas te invitamos a cursar la Maestría en Planeación Estratégica de Ciudades que la Universidad Iberoamericana Tijuana tiene para ti.