Críticas al higienismo contemporáneo

El proyecto de ciudad higienista en México parte de un discurso de orden y progreso muy propio del Porfiriato, alimentado por supuesto por las investigaciones decimonónicas que llevaban a concluir que la contaminación del aire y el suelo, provocada por el mal manejo de los desechos, generaba una cantidad importante de enfermedades en la población.

México se enfrentaba con una corta expectativa de vida, alta mortalidad infantil y distintas epidemias (influenza española, tifoidea, vómito negro, etc.), por lo que la Ciudad de México se convirtió en un proyecto urbano en donde el diseño de la ciudad se enfocaba en contar con estándares más altos de higiene a través del registro de focos de infección y establecer condiciones sanitarias que evitaran la propagación de enfermedades.

Así pues, se dio prioridad a los argumentos con base científica en la ingeniería de ciudades, considerando cuáles eran los mayores riesgos y focos de infección y cómo una transformación del territorio a través de la infraestructura podría aminorarlos.

En el contexto del Porfiriato, las ideas higienistas fueron bien recibidas en tanto que se vieron como una apuesta por la calidad y aumento de la expectativa de vida, sin embargo, las prácticas higienistas que hoy en día se denuncian desde las ciudadanías tienen más que ver con una política de «limpieza social», según aseguran los críticos. Mientras que las investigaciones decimonónicas hablaban sobre reducir los focos de infección mediante las
buenas prácticas de desecho de residuos y limpieza de espacios, así como de generar cinturones verdes a fin de mantener limpio el aire, las políticas criticadas hoy en día se centran en un «orden y progreso» que busca homologar la imagen de los espacios, haciendo que las calles sean cada vez más «institucionales» (es decir, de acuerdo a la administración gubernamental en turno) y, al privar de la expresión visual y artística a sus habitantes,
también se corre el riesgo de privar a las zonas urbanas de su identidad particular.

El problema, de acuerdo a los críticos, es que las prácticas higienistas actuales resultan ser más bien prácticas clasiracistas en donde se busca disimular la pobreza o dar una imagen urbana que no corresponde con la identidad de las comunidades o colonias.

¿Qué opinas? ¿Hasta dónde crees que el Estado debe involucrarse en la idea de orden desde el diseño urbano? Si te interesan estas conversaciones, te invitamos a formar parte de la Maestría en Planeación Estratégica de Ciudades que la Universidad Iberoamericana Tijuana tiene para ti.

Foto de Jezael Melgoza en Unsplash

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