La energía que nos mueve

Las estrategias de movilidad en el país continúan siendo insuficientes, es lo que el consenso general de la población nos dice. Y las propuestas en términos de desarrollo estratégico no se han caracterizado por la innovación. Una de las mayores esperanzas que albergaban las generaciones nacidas en los 80 y 90 eran las de los autos eléctricos y hoy son una realidad, aunque aún falta mucho camino por recorrer en materia de ampliación en su uso y facilidad de adquisición.

El clima político que apuesta por hidrocarburos como medida principal de obtención de energía tampoco nos hace considerar los vehículos eléctricos como una prioridad (aunque en este sentido existe una interrelación, en tanto que se deben seguir produciendo hidrocarburos mientras su uso siga siendo demandado). Sin embargo, este ni siquiera es el
mayor de los problemas, sino que con la llegada de esta innovación tecnológica nos dimos cuenta de que no representaba la panacea que esperábamos.

Si bien el consumo de energías limpias debe ser una prioridad cuando pensamos en urbanismo y diseño de cualquier espacio habitable para el ser humano, también es cierto que buscar estrategias para reducir nuestro consumo de energía en general es fundamental. Cambiar nuestros hábitos de consumo es preferible y mucho más sustentable
que adecuar las condiciones para explotar nuevos recursos a favor de subsanar el impacto ambiental de la cada vez más creciente demanda.

En ese sentido, grupos críticos y activistas sobre movilidad han hecho hincapié en que la energía más limpia que podemos usar es la que no se requiere. Si hablamos de movilidad, tendríamos que considerar diseños de ciudades y conjuntos habitacionales que nos permitan caminar, usar la bicicleta y otros medios inocuos para el ambiente para adquirir bienes de uso cotidiano. Considerar luego un transporte público eficiente que incentive su uso por sobre el de los vehículos (sean estos eléctricos o no) y, en última instancia, generar vialidades y condiciones favorables para el transporte particular.

Tener claridad sobre las prioridades nos permitirá diseñar para beneficio de todas las personas, considerando necesidades específicas. Prohibir o descuidar el transporte privado, por ejemplo, podría dejar vulnerables a personas con alguna condición que les demande características particulares en su transportación; pero debemos considerar que el descuido sistemático de otras formas de transporte no sólo ha afectado a los grupos de usuarios, sino que está actualmente impactando sobre la población en general.

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Foto de Tobias Cornille en Unsplash

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