¿Vuelta a la normalidad o nueva normalidad?
Durante los momentos más álgidos de la pandemia (al menos los que hemos vivido hasta ahora) una idea común cruzaba la mente de cada uno de nosotros por igual: ¿cuándo podremos volver a la normalidad? Con el tiempo, se posicionó desde los gobiernos la necesidad de establecer, aun cuando creamos que la pandemia está controlada, una «nueva normalidad».
Más allá de resultar desesperanzador el ver la vuelta a la normalidad más lejana, el entrar a una nueva normalidad debe ser una oportunidad para establecer nuevas y mejores condiciones de vida para cada ciudadano. Así como aprendimos que no debió ser nunca normal no llevar mascarilla a lugares concurridos o simplemente presentarse estando enfermos, también debe ser claro para nosotros que no hay nada normal en que algunas personas y países puedan acaparar recursos en tanto que otras deben elegir entre la posibilidad de morir a causa del virus y la de morir de hambre. Esta nueva normalidad puede ser una oportunidad para los gobiernos de reconocer en la agenda pública la desigualdad existente entre su población y las consecuencias fatales que puede tener.
El 6 de mayo de 2020, Themba Hadebe, de la agencia AP, retrató a un hombre en la calle de Katlehong, al este de Johannesburgo, Sudáfrica, utilizando una bolsa de plástico en la cara a modo de mascarilla para protegerse contra el coronavirus. Este tipo de imágenes desoladoras han rondado nuestras pantallas durante más de un año y reflejan que, a pesar de que en todo el mundo se ha experimentado una pandemia, cada persona ha vivido esta experiencia de manera distinta.
Desde la política pública hay mucho que revisar para llegar a una realidad en donde el acceso a derechos humanos fundamentales sea la norma; la posibilidad de contar con recursos básicos ante cualquier eventualidad sea la norma; la flexibilidad laboral en medida de lo posible y la responsabilidad de las empresas de ver por condiciones seguras y salubres en sus colaboradores sea la norma; las viviendas dignas sean la norma; y un largo etcétera.
Se deberán además asumir compromisos serios, reales, con estrategias viables para lograr los objetivos propuestos en la Agenda 2030 (que el tiempo nos rebasa sin que nos demos cuenta), sobre todo en lo referente a la producción sostenible, el consumo responsable, la erradicación de la pobreza y la desigualdad, la equidad de género y la lucha contra el cambio climático.
Hablar pues de nueva normalidad no debería entenderse como una transición lenta hacia la realidad que conocíamos, sino más bien como la oportunidad de recrear, desde todos los frentes, esos contextos distópicos que habíamos normalizado. Harán falta personas con vocación y un grado de especialización en gestión y políticas públicas en un futuro que nos está alcanzando.
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